La Censura de la Edad

En mis dos últimos años de secundaria, tenía una compañera de clases y amiga que, desde esa etapa tan tierna de la adolescencia, ya «se quitaba» años de edad. Ella decía que las mujeres siempre debíamos hacerlo (no daba explicaciones razonables, supongo que lo había aprendido en su casa). A veces me daba risa y en otras ocasiones, una mezcla de incomodidad y tristeza, porque en ese acto se colaba un dejo de vergüenza y auto desprecio. ¡Para mí ser mayor debía ser lo máximo! Imaginaba el puro hecho de entrar a una discoteca sin identificación prestada, ¡qué sueño tan maravilloso! Desde ese momento me juré que nunca mentiría cuando dijera mi edad (excepto cuando el portero de «Holiday» me preguntara, ¡claro!).

Al pasar del tiempo, siendo aún muy joven en la Universidad, el tema seguía surgiendo principalmente en forma de chistes y juicios donde el adjetivo «descalificativo» siempre era la palabra «viejo«. Estos juegos aparentemente inocentes buscaban evadir un miedo ancestral profundamente arraigado. Y hablando de escapar de la incomodidad, una interacción muy común que, desde entonces hasta la actualidad, continúa vigente es:

-¿Cuántos años tienes?

A lo que el interlocutor responde:

– ¿Cuántos me calculas?

Si el cálculo es menor a la realidad, eres ganador del Premio Mayor, en caso contrario terminas «con la cola entre las patas». Entre risas y comentarios chuscos, la plática continúa sin que nadie note como todos en conjunto seguimos alimentando ese temor inconsciente a avanzar en edad. Al pasar los veintes, por un breve lapso de tiempo eres oficialmente El Dueño del Mundo, sueño fugaz que finaliza al acercarte a los treinta y contagiarte oficial y activamente de la epidemia mundial llamada: «Terror a Envejecer«, que al llegar a los 50, te cuelga del cuello como un letrero de advertencia.

La autora Anne Karpf afirma en su libro How to Age:

«…en las culturas occidentales actuales existe una manera de ver el proceso de envejecimiento, que comienza cuestionando la idea misma de la vejez como una entidad homogénea: un planeta Viejo, del cual uno se convierte automáticamente en ciudadano cuando cumple cincuenta o sesenta años , o, si eres pesimista, una o dos décadas antes.»

How to Age, Anne Karpf

Mientras más reflexionemos de la manera más objetiva posible en el tema, más absurdo resulta. Avanzar en edad es una característica que une a todo lo que nos rodea, ¡es nuestra naturaleza! Juzgarlo, rechazarlo, etiquetarlo o negarlo sólo agrega a esta experiencia humana, con todos sus multidimensionales matices, un sufrimiento completamente innecesario.

Con toda la programación familiar, social y cultural que llevamos cargando durante generaciones al respecto, es un verdadero acto revolucionario decidir hacer un cambio de percepción y enfocarnos en abrazar y vivir de la mejor manera posible cada etapa de nuestras vidas, independientemente de cuál sea. No necesariamente hay mejores ni peores momentos, cada uno de ellos tiene sus retos y sus ganancias y todos estamos constantemente aprendiendo y en proceso de evolución. Sin embargo, siendo objetivos se puede afirmar que avanzar en edad garantiza la ventaja de aprendizajes y experiencia acumulada.

Vale la pena darse la oportunidad de reflexionar sobre el tema, observar las propias actitudes y creencias para de una vez por todas «agarrar al toro por los cuernos», porque evadirlo, lejos de mejorarla, empeora la situación. Pensar y hablar abiertamente de la edad no es conjurar una maldición que acelera milagrosamente el proceso, hay que hacerlo sin miedo.

Finalmente, a lo largo de nuestra vida, lejos de estar en una contínua cuenta regresiva, los verdaderos objetivos deberían ser: Plenitud, Disfrute, Desarrollo e Igualdad. ¿No crees?

4 comentarios

  1. Me encantó! Y si…decir la edad muchas veces resulta un tabú! Me pasa que me suele calcular mucho menos (de toda la vida) y recuerdo que me decían cuando seas grande te va a gustar que te digan que pareces de menor edad. A nivel profesional a veces es un reto porque al aparentar menos pueden hacer juicios que soy muy joven para atenderles. Me gusta la propuesta de abrazar y aceptarnos para ser nuestra mejor versión siempre!

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  2. Un escrito esquisito con razocinio y muy acertado. La edad no debe ser motivo de vergüenza, todo lo opuesto. Se debe agradecer cada año vivido, cada experiencia con la cual aprendemos, maduramos y nos hacemos sabías. Muchas no tienen el privilegio de contar con mucha juventud acumulada (envejecer). Bendiciones siempre Leo.

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